“La medicina no ha podido curarme, así que me apoyo en la tecnología para comunicarme y vivir”. Rescatamos esta frase dicha por el propio Stephen Hawking para agradecerle a él y a la tecnología el habernos permitido aprender y disfrutar de su brillante carrera.
Este genio de la astrofísica nació en Oxford en 1942 y con apenas 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que provoca la disminución de las motoneuronas dando lugar a una parálisis muscular progresiva. En 1985 perdió por completo la voz tras sufrir una neumonía y tener que practicarle una traqueotomía.
Sin poder hablar, en silla de ruedas y con un diagnóstico no muy optimista por parte de los médicos, Stephen Hawking no se dio por vencido. Su interés por comprender de dónde venimos y por qué estamos aquí le llevó a utilizar la tecnología para comunicarse y desarrollar algunas de las teorías cosmológicas fundamentales del último siglo.
La tecnología contra limitaciones
Tras quedarse sin habla, Stephen Hawking comenzó a especificar palabras letra a letra elevando las cejas cuando alguien señalaba la letra correcta en una tarjeta de ortografía. Un sistema muy complicado para mantener una conversación y más aún para escribir un artículo científico. Así que, acopló a su silla de ruedas un sintetizador de voz que permitía seleccionar palabras para formar frases a través de sus movimientos faciales.
La pérdida de capacidad muscular de Hawking hizo que cada vez tardase más minutos en escribir pocas palabras, por lo que tras conocer a Gordon Moore, cofundador de Intel, comenzó a trabajar con un equipo de investigadores de esta empresa para mejorar su sistema a través de la tecnología.
Así, nació uno de los sistemas más accesibles para las personas con discapacidad: ACAT (Assistive Context-Aware Toolkit), que además está disponible para que cualquier persona lo pueda descargar y usar sin coste. Esta tecnología permitió a Hawking responder emails, navegar por internet, crear documentos o cambiar de una tarea a otra de una forma más fácil.
El funcionamiento de esta tecnología se basa en tres aspectos clave: un sensor de proximidad que Stephen tenía en sus gafas y se activaba cada vez que movía su pómulo, una plataforma de software, que tiene un teclado virtual y una simulación de ratón que permite escribir, y una voz robótica que Stephen había identificado como la suya propia. Es decir, los movimientos del pómulo de Hawking se traducían en palabras que eran dictadas en tiempo real por el programa de síntesis de voz.
Sin duda, Stephen Hawking pasará a la historia por teorías como la de los agujeros negros o la relatividad, por sus libros divulgativos y, especialmente, por su manera de afrontar la vida y de confiar en la tecnología para no dejar nunca de comunicar. Como sus hijos han recordado “el universo no sería gran cosa si no fuera hogar de la gente a la que amas. Te echaremos de menos para siempre”. Gracias, Stephen.